El ogro se comió a las estrellas. El Bayern de toda la vida, con esa mirada de monstruo perfeccionada durante siglos, es el nuevo rey de Europa. El equipo de Beckenbauer, Matthaus, Torpedo Müller, Breitner, Maier y otros dioses del balón, ya tiene la sexta. Para conquistarla necesitó a Coman, un parisino, un ex del PSG, una carambola cruel para una entidad debutante en la cita.
No fue la noche de Mbappé y sobre todo de Neymar, al que los alemanes trataron como si fuera un desconocido. Les da igual Cruyff, Maradona o la pareja del momento. En un partido de alfombra roja emergió un secundario, Coman, un jugador de banda, hábil, que en este mundo raro conectó un cabezazo mágico en la segunda mitad.
A la UEFA le había quedado un cartel fabuloso. Un equipo impopular para muchos, el PSG, identificado con pozos de petróleo, con una pareja para contar a los nietos, frente al Bayern, el equipo que siempre está ahí con su 2-8, con sus ídolos de todas las décadas, con su colección de yugulares en las vitrinas. En cada pulgada de césped había un póster.
Para Neymar se trataba del partido que buscaba cuando se marchó a París. Sin la sombra de un dios esperaba una cita así para reclamar su puesto en el trono del balón. No era sencillo. Le aguardaba el mejor equipo de Europa desde que el fútbol es una víctima más de un virus que ha cambiado todo. Nunca estuvo cómodo. Hasta el punto de que en la segunda parte el Bayern eligió su cuerpo como muestra de la agresividad que requería la final.
El equipo alemán entró en el césped con el ánimo de coleccionar cabelleras. No dejaba respirar al rival. El PSG miraba a boxes para activar a Mbappé, un futbolista sin número. Podría hacer de 7, de 9, de 10 o de 11. La primera vez que conectó con Neymar sólo un pie de Neuer dejó seco el marcador. El Bayern se sacudió el susto y respondió. Lewandowski, en la terraza del punto de penalti, empaló y el balón se fue al poste de Keylor, de nuevo con su collar de estampitas preparado.
El salvavidas de Neuer
Aviso a aviso, el partido no daba tiempo a mandar un emoji. No hacían falta los goles para odiar que llegara el descanso. Si la colmena del Bayern llegaba al área parisina respondía el PSG con una estampida, en una de las cuales le explotó la pierna a Boateng. Entró Sule, peso pesado por peso pesado. En una de esas Mbappé, sin la pimienta de un animal del gol, envió a las manos de Neuer un balón claro para rozar la gloria.
En la última escaramuza de la primera parte el Bayern pidió penalti de Kehrer a Coman. Lo debió solicitar hasta Beckenbauer en su sofá. Orsato no cedió a la presión. Tocaba reposo0j En el combate de desactivar explosivos el PSG había logrado reducir a Kimmich y Davies, los dos cuchillos en los laterales. No podía ser eterno.
Si la intensidad del Bayern fue feroz en los primeros minutos de la segunda parte, lo de la segunda mitad hay que apartarlo como un western salvaje. En una jugada de precisión absoluta Kimmich puso un balón glorioso a Coman. Un regateador marcó de cabeza, los recursos del Bayern. El equipo alemán no perdía un centímetro y encontraba a Thiago, que eliminaba yardas con sus pases.
En la fase de la reacción Flick reemplazó a Coman, que había hecho transparente a Kehrer. Neuer volvió a salvar un remate de Marquinhos. El PSG no encontraba a sus divos. Sólo Di María arrugaba la frente del Bayern, más crecido que nunca. Choupo no encontró en el cordón el empate. El Bayern es el nuevo rey. Nunca se va. Un clásico del fútbol.
/Escrito por José Luis Hurtado para Marca de España
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