Después de ganar la Copa América 2015 con la selección chilena y tras decir que estaba secuestrado en nuestro país, el entrenador argentino nunca más volvió a ganar un título en su carrera y esta vez la frustración fue con el Atlético Mineiro
Las lágrimas brotan en ese abrazo del final. Se derraman sobre el manto granate. Ahí, debajo de Salvio, Izquierdoz y Acosta, se encuentra el héroe. El hombre que acaba de inscribir su nombre en las páginas más gloriosas de la historia de un club de barrio que hace rato se acostumbró a las grandes gestas, a trascender fronteras, a sentarse en la mesa para discutir con la alcurnia del fútbol sudamericano. Losada, el arquero que llegó desde Belgrano, está sumergido en una marea humana que le agradece por las tres atajadas fundamentales que tuvo en el primer tiempo, por la tremenda tapada a Biel en el alargue y por los penales que les atajó a Hulk, Biel y Vitor Hugo en la tanda. El Granate es campeón de la Sudamericana, en gran medida, gracias a un aquero que tuvo una actuación consagratoria. Y que le permitió a un histórico como Acosta respirar después del penal que no pudo concretar cuando tenía la posibilidad de rematar la serie. La historia no podía ser tan injusta con el Laucha, símbolo histórico del club que, a los 37 años, cumplió otro sueño. Ya desde un rol menos protagónico, aunque con un aporte clave a partir del liderazgo que ejerce en el vestuario.
La emoción se esparce por las tribunas. Valió la pena el esfuerzo para vivir un momento inolvidable, que quedará grabado a fuego en la memoria eterna. Un barrio entero recorrió, por aire y por tierra, los 1.318 kilómetros que separan a Lanús de Asunción. Algunos viajaron más cómodos en vuelos chárter. Otros formaron parte de una histórica caravana de 60 micros, una procesión de alrededor de 20 horas, impulsada por el combustible de la esperanza. Y vaya si supo alimentar la ilusión este equipo. Un conjunto que dejó en el camino a un Central Córdoba de Santiago del Estero que venía de bajar de la Libertadores y de ser campeón de la Copa Argentina el año pasado. Un equipo que se forjó y se fortaleció con el correr de la competencia. Que robusteció la ilusión a cada paso. Que supo poner de rodillas al Fluminense en el Maracaná, que bajó a un grande como Universidad de Chile y que no se amedrentó ante el poderoso Atlético Mineiro de Sampaoli.
El Granate, club que supo conocer el barro del Ascenso, que hace menos de 50 años estaba en la Primera C y que en 1979 tenía apenas 2.000 socios, experimentó un crecimiento exponencial que hoy se ve reflejado en un presente de ensueño. Lleva casi 34 años ininterrumpidos en Primera y se transformó en el mejor representante argentino a nivel internacional después de Boca y River en lo que va del siglo XXI. Así lo demuestran las estadísticas: en 2013 fue campeón de la Sudamericana tras vencer en la final a Ponte Preta, en 2017 llegó a la final de la Libertadores con Gremio, en 2021 perdió la Sudamericana en el duelo decisivo ante Defensa y el año pasado alcanzó la semifinal de ese mismo certamen continental, instancia en la que perdió con Cruzeiro. Había sed de revancha por las últimas finales perdidas. Y también por el hecho de que Atlético Mineiro fue el rival contra el que había perdido la Recopa en 2014.
Lanús, un club ordenado que creció exponencialmente en lo social, que es mucho más que fútbol y que se convirtió en el corazón de un barrio, movilizó y emocionó hasta las lágrimas a una ciudad entera. Esa semilla que se plantó con la Conmebol 1996 germinó con dos Sudamericanas. Alguna vez, toda una generación de padres y abuelos podrá contarles a sus hijos y nietos que, en una calurosa y húmeda tarde de noviembre, todas las esquinas de Asunción fueron Cabrero y Guidi. Que el Defensores de Chaco se tiñó de granate. “Lanús, siempre Lanús, inigualable y divino es tu color. Y ostentas por tu virtud, omnipotente tu color de norte a sud”, reza, con más vigencia que nunca, el himno de la institución. De un club que en un pasado fue un humilde pibe de barrio que un día se animó a hacer costumbre esa locura de salir a conquistar un continente entero.
/Escrito por Fabio Verona para Olé de Buenos Aires


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