
Empate 2-2 en el tiempo reglamentario y 5-4 los portugueses en los penales. Morata, fallóen la tanda que condenó a los hispanos. El eterno Cristiano no falló a su cita con el gol ante un Lamine más tímido de lo habitual, que decepcionó en la final
No debe ser fácil descubrir la derrota cuando estás acostumbrado a ganar siempre, pero le toca a la España de De la Fuente levantarse y empezar a pensar en el Mundial. Hasta le puede venir bien no llegar a la gran cita ganándolo todo casi por inercia. Había conquistado los dos últimos títulos la selección y aspiraba al tercero en tres años. Pero Portugal se erigió como un rival valiente y decidido y se mereció conquistar su segunda Nations, que celebró sobre el césped como el mejor de los títulos tras una tanda de penaltis perfecta.
A pesar de todo es un equipo poderoso el de De la Fuente, tan convencido de sí mismo, capaz de levantarse de un golpe como este con una simple tirita cuando otros necesitarían pasar por el quirófano. No quiso inventar Roberto Martínez, previsible (en el lado positivo) Portugal, siempre bien posicionada y con calidad para aburrir cuando se trata de encarar la portería contraria.
Lanzó Joao Neves, que empezó en el lateral derecho y enseguida se fue al mediocentro, el primer aviso con un disparo mordido. No se asentaba España, que no encontraba la velocidad suficiente con el balón para generar ocasiones, Pedri, a pesar de reclamar en público jugar más atrás, regresó a la mediapunta, donde De la Fuente cree más en sus posibilidades. Y hay que ser un inconsciente para discutirle algo al riojano… como se comprobaría después.
La primera (y casi la única) diablura de Lamine, un par de regates y un disparo de falta que se fue alto –curioso que tenga más galones en la selección que en el Barça–, encendió la mecha española. Pedri no ajustaba la mira en el primer disparo peligroso de los suyos. Pero el primero no iba a tardar en llegar. La jugada la originó Oyarzábal con un tacón de manual –qué medalla la que se puede colgar De la Fuente con el realista–, para que Lamine metiera el balón en el área y generara tal confusión que Joao Neves acabó por dejarlo suelto. Zubimendi embocó a placer.
De nuevo, sin grandes destellos, sin grandes esfuerzos, España imponía la ley del campeón de Europa. Pero Portugal no envidia la resiliencia de nadie porque la propia tiene muchos quilates. Y Nuno Mendes no tardó en igualar las fuerzas. Anotó de disparo cruzado con demasiada facilidad ante un Mingueza al que se le notó un tanto desajustado, gigante el boquete que deja Carvajal cuando no está, incluso preocupante pensando en el próximo Mundial.
España aceptó el reto y, ahora sí, asumió indisimuladamente los mandos de la final. Nico Williams era la hoja más afilada pero no acaba de dar con la portería de Diogo Costa. Lamine también intentaba levantar la mano y sumar sus últimos puntos para el Balón de Oro pero ninguno encontraba el camino de la portería.
Se atisbaba el camino de vestuarios con la igualdad por bandera cuando otro fogonazo español desató la euforia de la afición española, en clara minoría en el Allianz. Pedri tuvo que rendirse a la evidencia y darle la razón a De la Fuente, su conducción desde la media punta acabó con Oyarzábal, otra vez él –qué barbaridad–, anotando hasta con la derecha. Muy protestón, el bando portugués reclamó una falta previa sin éxito, Scharer lo tenía claro y España iba por delante.
Pero no se iba a conformar Portugal, que sin haber dominado el juego sí se había mostrado con un punto más de intensidad y concentración que su rival. Un gol anulado por fuera de juego a Bruno Fernandes estrenaba una segunda mitad que no iba a traer buenas noticias para los de De la Fuente. El luminoso iba a tener trabajo pronto, al cuarto de hora, cuando un sideral Nuno Mendes dejó plantado a Lamine y metió un balón al área ante el que Unai Simón, tan dado a emular al Guadiana, no se atrevió a saltar. Para su desgracia, por ahí pasaba el peor cliente de todos, el de siempre, Cristiano, que le ganó la mano a Cucurella y marcó el segundo tanto luso.
Entonces sí, el vigente campeón decidió dar un paso adelante de la mano de Isco, que cogió el relevo de Pedri, pero no hubo manera de retar a Diogo Costa más allá de un par de disparos lejanos de un tímido Lamine y del propio Isco. La prórroga fue inevitable. En esa media hora extra quiso más España pero lo más destacado acabó siendo el cambio de Lamine Yamal al descanso. Como hace dos años en Rotterdam, los penaltis iban a decidir la Nations. Y esta vez, salió cruz. Morata, como sucedió hace cuatro años en las semifinales de la Eurocopa, falló el único lanzamiento de la tanda. Portugal era el campeón. Cristiano tiene 40 años y no se cansa de ganar, el mejor espejo para esta joven España, que no es perfecta.
/La Vanguardia
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