La Conmebol realizó este jueves el sorteo de la primera fase de la Copa Sudamericana 2026, instancia que define los cruces entre equipos de un mismo país para acceder a la fase de grupos. En el caso de Chile, el azar configuró dos llaves que, más allá de lo estrictamente futbolístico, abren una serie de interrogantes reglamentarias, logísticas y disciplinarias que ya comienzan a marcar el camino de los representantes nacionales.
Uno de los duelos más atractivos será el que enfrente a Universidad de Chile con Palestino, un cruce con historia reciente y estilos contrastantes. Los azules ejercerán la localía en el partido único programado para la semana del 3 de marzo de 2026, aunque lo harán bajo una condición nada menor: el encuentro se disputará a puertas cerradas en el Estadio Nacional. La medida responde a que el club universitario aún debe cumplir la sanción impuesta por los incidentes ocurridos en la serie de cuartos de final ante Independiente, lo que vuelve a poner en el centro del debate el impacto deportivo de las sanciones disciplinarias en torneos internacionales.
El segundo enfrentamiento chileno será protagonizado por Cobresal y Audax Italiano, una llave que, en lo futbolístico, asoma equilibrada, pero que presenta complicaciones en su organización. Si bien los mineros aparecen como locales, las condiciones del estadio El Cobre generan dudas sobre la viabilidad de disputar el compromiso en El Salvador, lo que obliga a evaluar sedes alternativas para cumplir con las exigencias de Conmebol.
De acuerdo con información entregada por ADN Deportes, las ciudades de Calama y Rancagua asoman como las principales candidatas para albergar el encuentro entre Cobresal y Audax Italiano. Una definición que no es menor, considerando que el cambio de localía puede incidir tanto en la preparación de los equipos como en el desarrollo del partido, en una fase que no admite margen de error.
Así, el sorteo de la Copa Sudamericana 2026 no solo dejó emparejamientos definidos, sino que también expuso cómo factores extradeportivos —sanciones, infraestructura y logística— pueden convertirse en protagonistas silenciosos de una competencia que, para los clubes chilenos, comienza mucho antes del pitazo inicial.
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