Jugando a gran nivel, el equipo del Ingeniero se impuso por 4-0 al Getafe
El Real Betis ofreció en La Cartuja su versión más completa de la temporada 2025-26, no sólo para reencontrarse con la victoria en LaLiga, sino también para reafirmar una identidad futbolística que lo proyecta nuevamente hacia Europa. El contundente 4-0 frente al Getafe fue mucho más que un resultado abultado: representó una declaración de principios de un equipo que, tras algunos tropiezos recientes, volvió a reconocerse en el dominio, la fluidez y la ambición. El simbolismo fue inevitable: el conjunto verdiblanco convirtió al habitualmente áspero equipo de Pepe Bordalás en uno de los miles de peluches lanzados por la afición en el intermedio, un rival sin filo ni capacidad de incomodar.
El Getafe, famoso por su fútbol áspero, su presión asfixiante y su habilidad para llevar los partidos a terrenos incómodos, fue desactivado desde el inicio. El Betis lo sometió con una superioridad tan clara que los cuatro goles anotados incluso se quedaron cortos respecto a la cantidad de ocasiones generadas. La diferencia no estuvo sólo en el marcador, sino en la sensación permanente de control: los locales jugaron, combinaron y disfrutaron, mientras su rival apenas pudo sostenerse en pie.
Manuel Pellegrini volvió a demostrar su capacidad para ajustar piezas sin alterar el equilibrio colectivo. La inclusión de Aitor Ruibal en el costado izquierdo de la habitual línea de tres ofensiva sorprendió de inicio, pero rápidamente encontró justificación en el campo. El catalán respondió con un gol tempranero, pasado el cuarto de hora, que terminó por domar a un Getafe incapaz incluso de insinuar amenaza. Antes de ese tanto, el Betis ya había advertido en varias ocasiones, con Antony como principal agitador desde la derecha y con el Cucho Hernández ejerciendo de referencia móvil en el área.
El gol de Ruibal, culminado con un impecable cabezazo tras un centro medido de Antony, fue la consecuencia lógica de un arranque intenso y profundo. A partir de ahí, el partido se jugó casi exclusivamente en campo azulón. La línea de cinco defensores dispuesta por Bordalás quedó encerrada, sin posibilidad de adelantar metros ni de imponer su habitual agresividad. El Betis, en cambio, encontró continuidad en su juego gracias al buen funcionamiento del mediocampo.
En ese contexto, destacó el crecimiento de Nelson Deossa dentro del sistema de Pellegrini. El colombiano mostró una mayor seguridad con balón y una mejor comprensión de los tiempos del equipo, sumando además su potencia física en la recuperación. Junto a Marc Roca y Pablo Fornals, consolidó una zona ancha que permitió al Betis sostener la presión, enlazar pases con criterio y mantener a su rival permanentemente replegado.
El fútbol verdiblanco fluyó con dinamismo y constantes permutas. Antony y Ruibal alternaron desbordes por fuera con apariciones interiores, el Cucho ofreció apoyos continuos y Fornals y Deossa se sumaron al ataque cuando el contexto lo permitió. Fue un engranaje bien sincronizado, una versión afinada del modelo que Pellegrini había visto resquebrajarse ante el Barcelona y en Vallecas, pero que esta vez volvió a funcionar con precisión.
La única deuda del primer tiempo fue la falta de mayor eficacia en los contragolpes, lo que impidió que el marcador reflejara antes la clara superioridad local. Antony desperdició una ocasión manifiesta por no confiar en su pierna derecha, dejando la sensación de que el Getafe seguía con vida más por indulgencia ajena que por méritos propios.
Esa ilusión, sin embargo, se desvaneció apenas iniciado el segundo tiempo. Bordalás mantuvo el mismo planteamiento, y el Betis retomó su ejercicio de dominio con idéntica naturalidad. Ruibal aprovechó un rebote tras un disparo de Antony al palo para firmar su doblete, Fornals definió con precisión tras un pase al espacio del Cucho y, más tarde, el propio delantero colombiano selló la goleada tras un remate defectuoso de Marc Roca.
El tramo final ofreció incluso espacio para el anecdotario: un gol anulado a Fornals y un penalti fallado por Borja Mayoral que no alteraron el clima festivo ni la sensación de superioridad absoluta. El Betis cerró la noche reafirmando su propuesta y transformando al temido Getafe en una figura inofensiva, casi decorativa.
Fue, en definitiva, una actuación que va más allá del resultado. El Betis recuperó su pulso futbolístico, su confianza colectiva y la convicción de que, cuando su maquinaria funciona, es capaz de someter incluso a los rivales más incómodos. En La Cartuja, el equipo de Pellegrini no sólo ganó: volvió a ser.
/Freddy Bustos, Video: Espn

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