El Sevilla de Almeyda se reconcilia con el triunfo con un penalti transformado por Vargas en la segunda mitad
Tres puntos de un tremendo valor para un Sevilla Fútbol Club que le había perdido el gusto a sentirse ganador desde la goleada al Barcelona. Los hombres de Matías Almeyda sintieron, pues, el dulce sabor de la victoria frente al Atlético Osasuna después de tres derrotas consecutivas y eso debe ayudarlos a ganar en confianza después de esta racha tan negativa.
Bastó con un solitario gol de Rubén Vargas al transformar un claro penalti que Ortiz Arias y su colaborador en el VAR se negaban a aceptar como tal. Pero en este fútbol moderno anticiparse a un defensa en una acción de despeje suele acabar con un lanzamiento desde los once metros y la fricción entre Juanlu y Moi Gómez no admitía la menor de las dudas. La patada en el gemelo del sevillista, después de tocar éste el balón, la veía cualquiera, salvo Ortiz Arias, claro.
La transformación del máximo castigo iba a ser suficiente después de 111 minutos de juego, que es el resultado de sumar los 46 minutos del primer periodo y los 55 que se jugaron en la prolongación. Pero esto es el fútbol, particularmente cuando toca analizar a equipos con tan escasa calidad individual como los dos que se enfrentaron en la tarde de este sábado en el Ramón Sánchez-Pizjuán.
Al Sevilla le bastó con muy poco, cierto es, pero sería injusto no valorar que las ocasiones más claras pertenecieron a los anfitriones. Estos pudieron adelantarse justo antes del penalti en un remate franco de Akor Adams que fue repelido con un paradón a una mano por Sergio Herrera (46’); en otro lanzamiento del delantero nigeriano con el interior de su pie que fue sacado por el guardameta cuando parecía que ya entraba (78’); en un cabezazo en el primer palo de Marcao en un córner (79’); y, por último, en una internada de Ejuke en la que mandó el remate fuera con todo a favor en el tiempo de prolongación (97’).
Son cuatro opciones diáfanas, todas en la segunda mitad, pero no se puede obviar que Vlachodimos tuvo que salvar a los suyos en el minuto 62 ante Raúl García de Haro, cuando un balón perdido por Vargas en la frontal del área de los navarros acabó en una contra con el ex delantero del Betis absolutamente en solitario. Su disparo parecía que ya había superado al guardameta griego cuando éste sacó una mano impresionante para evitar la igualada.
Se comprueban los minutos de las acciones relatadas en este minuto a minuto de los acontecimientos y se ve que todo acaecía en la segunda mitad. Así fue porque el primer tiempo fue insoportable, digno de una buena siesta acorde al horario en el que comenzaba todo en el barrio que acoge la fe balompédica sevillista. Soporífero, sin ni una sola ocasión más allá del susto que Nianzou le dio a todos, incluido a Vlachodimos, con un intento de despeje hacia su propia portería (12’).
Afortunadamente para los locales, se fue fuera de la portería por muy poco y eso ya avisaba del catálogo de desastres que iban a llegar a continuación. Almeyda había partido con tres centrales, con José Ángel y Marcao acompañando al francés, y con Juanlu y Suazo en las bandas. Akor Adams sí ganaba esta vez balones de espalda arriba y Sow era el acompañante de Mendy en la zona del medio centro para que tanto Vargas como Peque, el mejor, trataran de echar el balón abajo en las cercanías de la delantera.
Ése era el planteamiento, pero la realidad iba a ser tozuda en cuanto a reflejar la escasísima calidad de la plantilla con la que se maneja Almeyda. El balón jamás servía para buscar alguna acción que le pudiera hacer daño a un Osasuna más endeble de lo habitual. Sólo Vargas y Suazo tenían conatos de combinaciones en el sector izquierdo, pero casi siempre con nulo éxito. Las tarjetas amarillas, con tres sevillistas en puestos estratégicos amonestados, eran lo único destacable en ese primer acto que no sirvió para nada más.

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